“Ser madre y maestra se torna un poco difícil, pero Dios te guía y te ayuda. Tener que salir de casa o llevar trabajo a la casa y confrontar el tiempo demandado por los hijos es difícil”, reconoce.
Pese a ello, Ana Esther, la más pequeña de la casa y única hembra, resalta que su progenitora siempre buscó la manera de darles tiempo y estar presente en los momentos importantes para ella y sus dos hermanos.“Siempre valoro que a pesar de eso, siempre buscaba la forma de dedicarse a nosotros; no descuidó a su familia, trató de dedicarnos tiempo, procuró que estuviéramos bien”, destaca la joven de 22 años.Con inocultable conexión, las dos mujeres reflejan la satisfacción que les da poder enseñar y ayudar a otros, pues desde antes de ser maestras cuentan, que sus compañeros de clases siempre las buscaban para que les explicarán temas que no entendían.“Elegí ser maestra por inspiración de mi madre, desde pequeña he visto esa vocación de servicio, esa pasión por enseñar”, cuenta Ana Esther.
Madre y maestra
Para Anastacia, quien lleva 19 años de trabajo docente y que además, tiene una maestría en Gestión de Centro, ser madre y maestra tiene muchas similitudes pues, son roles de los que nunca te puedes desprender una vez inicias el trayecto.“La maestra es madre; al menos yo a mis alumnos los veo como a hijos. Uno trata de protegerlos y sacar lo mejor de ellos. Tú nunca puedes desconectarte de esa carrera… debes mantener el perfil de maestra, que eres un ejemplo y que eres una influencia positiva para esos estudiantes de tu sector. Madre y maestra van de la mano”.
A pesar de su corta edad, Ana Esther comparte este mismo pensamiento con su madre, pues asegura que, “cuando tú eres maestra, eres un ente de cambio para la sociedad, que inspiras a otros”.
Hija y estudiante
Con añoranza, la joven recordó aquellos tiempos cuando siendo estudiante tuvo como maestra de matemáticas a su propia madre, una experiencia que calificó como un reto y bendición, debido a que siempre tenía en casa a quien podía explicarle los temas que no entendía en la escuela pero pesaba en ella el compromiso de no dar dolores de cabeza a su madre.“El hecho de que mis maestras eran sus compañeras, yo procuraba que las referencias sobre mí fueran positivas porque fácilmente cualquier cosa se lo dirían a mi mamá”, dijo valorando que su progenitora nunca hizo diferencia entre ella y sus demás estudiantes.
Maestra como mi mamá
Al iniciarse en las aulas, ahora como docente, Ana Esther asegura entender mejor a su madre y los sacrificios familiares y personales que conlleva ejercer esta carrera.Reconoció estar nerviosa esos primeros días en el Liceo Víctor Garrido Puello, del sector Invi, en la avenida Independecia, cuando a partir de ahí sería ella la maestra, pero resalta que tener a su madre en el mismo plantel como colega le ayudó a adaptarse más fácil.Agrega que, el ejercicio de su carrera le ha hecho descubrir más similitudes con su madre, mismas que ve reflejadas en ella dentro de las aulas.“He replicado la paciencia de mi madre, ella es empática y eso lo veo reflejado en mí también. Yo siempre veía como ella, a pesar de ser una maestra, se enfocaba en el bienestar del estudiante, le daba consejos y eso yo lo he visto en mi ahora que ejerzo”, sostuvo.
Para Anastacia y su hija, el poder de inspirar es lo que las mueve cada día entre decenas de adolescentes que pueden verlas como ejemplos de superación en medio de la adversidad.
Es notoria la satisfacción de esta madre que ve en sus hijos, los resultados de un arduo trabajo en la formación familiar y académica pues dice, que sus tres vástagos hoy son profesionales como siempre les pidió.Asegura que el camino no es fácil pero se puede lograr sin dejar de lado la responsabilidad de criar a sus hijos.“No negocien a sus hijos por una carrera o una profesión, siempre hay que buscar el equilibrio. No le dejemos la instrucción y el buen consejo de nuestros hijos a la sociedad”, aconsejó.El valor dado por los hijos a una madre suele ser incalculable, pero mayor aun cuando es al revés. Mientras contaban su experiencia era notorio el amor mutuo y la satisfacción del deber cumplido como madre y del agradecimiento como hija.“Gracias por instruirme en los caminos del Señor desde pequeña. Y le pido al Señor que siempre te bendiga y te guarde. Valió la pena cada esfuerzo que pusiste en criarnos en los caminos del Señor”, expresó Ana Esther entre lágrimas.