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El PLD en busca recuperar el rumbo

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Por Miguel Ángel Cid Cid

Cuando Juan Bosch rompió con el PRD en 1973 y fundó el PLD en ese mismo año nunca imaginó que su nuevo partido se convertiría en lo que es hoy.

Aquellos fueron otros tiempos con sus propios problemas y circunstancias, con sus propias luchas y aspiraciones. Lo que ayer era bueno hoy es malo y viceversa. Ni siquiera el método para ganar adeptos hoy es el mismo.

La percepción de que se estaba a un paso de tomar el poder se media según la magnitud de las movilizaciones.

Juan Bosch, que había estudiado con atención el marxismo, echó mano de la concepción de partido de Lenin y le imprimió sus métodos organizativos al PLD. Creó una organización de cuadros, de militantes dedicados a tiempo completo a la misión del partido.

Pero lograr la conducción del pueblo al poder, movilizar a la gente en las calles o abarrotar una plaza no es suficiente para impactar la opinión pública.

Era necesario diseñar la ruta de manera que pudiera ser monitoreada de principio a fin. La coordinación designaba el lugar exacto donde estarían marchando los militantes de cada Comité Intermedio. Había que garantizar llenar todos los espacios del área recorrida, mostrar una masa de gente compacta y ordenada.

Los huecos que pudieran quedar se llenaban con las banderas moradas de la estrella amarilla y mediante la captación de imágenes que luego se maquillaban para la prensa.

Pero en esa época nadie hablaba de percepción. La gente en la calle y los cronistas políticos analizaban qué partido llevó más gente a su marcha.

El partido morado, en ese contexto, iba en coche y no paraba de crecer.

Todo cambia, incluso la forma de medir

Que el mundo cambió, sí. Que las maneras de hacer las cosas cambiaron en la misma proporción, sí. Que las impresiones que comunican los sentidos pueden identificar por donde se orientará su voto, sí.

En coherencia con la explicación, hoy se realizan encuestas para saber cómo está la imagen electoral de los partidos políticos en la mente de los votantes. Es decir, qué piensa la gente sobre los diferentes candidatos.

Lo anterior es lo que se conoce como percepción electoral.

Luego del boom que produjeron las primeras encuestas políticas publicadas cada partido aspiraba a tener sus propias mediciones. Pero eso solo arrojaba dudas a los resultados. Entonces se desató una ola de contratación de encuestadoras especialistas en acomodar los números de acuerdo a los intereses del contratante.

Es así que cada empresa encuestadora –si quiere tener mucho trabajo— está obligada a tener en su equipo un sastre que sea bueno encogiendo y soltando. Una vez entendido esto el número de las empresas encuestadoras creció como la verdolaga.

El PLD, ni tonto ni perezoso, guardó los métodos en la vitrina donde la gente dejaba su cabeza para entrar a la asamblea del partido, como estable tan bien el cuento La mancha indeleble de Juan Bosch.

Sin aquellos métodos se fueron a pique los principios y la ética distintivos de los peledeistas. En eso trajeron a Odebrecht, la constructora de los sobornos, con ella llegó João Santana, periodista brasileiro conocido como el mago de la percepción.

Pero resulta que el método de João Santana es difícil, por no decir imposible de implementar por dos razones. Primera, el mago de la percepción está preso en Brasil. Segunda, el presupuesto a invertir sería muy alto para un partido que está fuera del gobierno.

Pero el partido morado y sus adversarios deben saber que la distancia entre la percepción electoral y la votación es del cielo a la tierra. La primera se puede conseguir con recursos propagandísticos y publicitarios, la segunda se logra con un trabajo de carpintería política que garantice un monitoreo voto a voto. Un trabajo minucioso, solapado y metódico.

Las encuestas, por su lado, se ocupan de medir la percepción electoral. Los votos se cuentan en los colegios electorales el día de las elecciones. El PLD aparenta que desea regresar en busca de sus métodos, pero todo indica que la vitrina donde los guardó la cambiaron de lugar.

En consecuencia, ahora tiene que rehacerse para combinar los dos métodos descritos.

Pero el partido de Bosch pasó de ser un partido nuevo en América a convertirse en un partido tan viejo como el que quiso negar hace cincuenta años. Reaprender parece imposible. Por ello luce que andan sin rumbo.

 

Miguel Ángel Cid

cidbelie29@gmail.com

Twitter: @miguelcid1


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Por Miguel Ángel Cid Cid

Cuando Juan Bosch rompió con el PRD en 1973 y fundó el PLD en ese mismo año nunca imaginó que su nuevo partido se convertiría en lo que es hoy.

Aquellos fueron otros tiempos con sus propios problemas y circunstancias, con sus propias luchas y aspiraciones. Lo que ayer era bueno hoy es malo y viceversa. Ni siquiera el método para ganar adeptos hoy es el mismo.

La percepción de que se estaba a un paso de tomar el poder se media según la magnitud de las movilizaciones.

Juan Bosch, que había estudiado con atención el marxismo, echó mano de la concepción de partido de Lenin y le imprimió sus métodos organizativos al PLD. Creó una organización de cuadros, de militantes dedicados a tiempo completo a la misión del partido.

Pero lograr la conducción del pueblo al poder, movilizar a la gente en las calles o abarrotar una plaza no es suficiente para impactar la opinión pública.

Era necesario diseñar la ruta de manera que pudiera ser monitoreada de principio a fin. La coordinación designaba el lugar exacto donde estarían marchando los militantes de cada Comité Intermedio. Había que garantizar llenar todos los espacios del área recorrida, mostrar una masa de gente compacta y ordenada.

Los huecos que pudieran quedar se llenaban con las banderas moradas de la estrella amarilla y mediante la captación de imágenes que luego se maquillaban para la prensa.

Pero en esa época nadie hablaba de percepción. La gente en la calle y los cronistas políticos analizaban qué partido llevó más gente a su marcha.

El partido morado, en ese contexto, iba en coche y no paraba de crecer.

Todo cambia, incluso la forma de medir

Que el mundo cambió, sí. Que las maneras de hacer las cosas cambiaron en la misma proporción, sí. Que las impresiones que comunican los sentidos pueden identificar por donde se orientará su voto, sí.

En coherencia con la explicación, hoy se realizan encuestas para saber cómo está la imagen electoral de los partidos políticos en la mente de los votantes. Es decir, qué piensa la gente sobre los diferentes candidatos.

Lo anterior es lo que se conoce como percepción electoral.

Luego del boom que produjeron las primeras encuestas políticas publicadas cada partido aspiraba a tener sus propias mediciones. Pero eso solo arrojaba dudas a los resultados. Entonces se desató una ola de contratación de encuestadoras especialistas en acomodar los números de acuerdo a los intereses del contratante.

Es así que cada empresa encuestadora –si quiere tener mucho trabajo— está obligada a tener en su equipo un sastre que sea bueno encogiendo y soltando. Una vez entendido esto el número de las empresas encuestadoras creció como la verdolaga.

El PLD, ni tonto ni perezoso, guardó los métodos en la vitrina donde la gente dejaba su cabeza para entrar a la asamblea del partido, como estable tan bien el cuento La mancha indeleble de Juan Bosch.

Sin aquellos métodos se fueron a pique los principios y la ética distintivos de los peledeistas. En eso trajeron a Odebrecht, la constructora de los sobornos, con ella llegó João Santana, periodista brasileiro conocido como el mago de la percepción.

Pero resulta que el método de João Santana es difícil, por no decir imposible de implementar por dos razones. Primera, el mago de la percepción está preso en Brasil. Segunda, el presupuesto a invertir sería muy alto para un partido que está fuera del gobierno.

Pero el partido morado y sus adversarios deben saber que la distancia entre la percepción electoral y la votación es del cielo a la tierra. La primera se puede conseguir con recursos propagandísticos y publicitarios, la segunda se logra con un trabajo de carpintería política que garantice un monitoreo voto a voto. Un trabajo minucioso, solapado y metódico.

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Pero el partido de Bosch pasó de ser un partido nuevo en América a convertirse en un partido tan viejo como el que quiso negar hace cincuenta años. Reaprender parece imposible. Por ello luce que andan sin rumbo.

 

Miguel Ángel Cid

cidbelie29@gmail.com

Twitter: @miguelcid1

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