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OPINIÓN

Esperanza Diaria

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“Les hemos hablado con toda franqueza; les hemos abierto de par en par nuestro corazón”. 2 Corintios 6:11 (NVI)

¿Quieres ayudar a las personas que tienen dolor? Entonces necesitas estar dispuesto a compartir como atendiste tu propio dolor.

El dolor es una advertencia ligera que nos dice que algo está mal y necesita nuestra atención. Probablemente pudiste pensar en muchos ejemplos de cuando el dolor obtiene tu atención.

El Apóstol Pablo experimentó mucho dolor en su vida y libremente compartió la historia de su dolor para ayudar a otros. Cuando estás compartiendo tu propio dolor para ayudar a otros, haz estas tres cosas:

Primero, se abierto sobre tus sentimientos. No puedes enmascarar tus sentimientos y ayudar a otros al mismo tiempo. Pablo dijo a la iglesia en corinto. “Les hemos hablado con toda franqueza; les hemos abierto de par en par nuestro corazón” 2 Corintios 6:11 (NVI). Cuando estás enfermo, ¿Les dices a otros que no te sientes bien? Cuando estás caído o desanimado, ¿Te abres a las personas al respecto? Decir que estás “bien” es la respuesta fácil, pero nunca contribuirá a una relación honesta.

Segundo, se humilde sobre tus fallas. Pablo dice en Gálatas 6:5 “Cada uno es responsable ante Dios de su propia conducta” (TLA). Ya sabes que no eres perfecto, no intentes pretender que lo eres. Las personas no necesitan que seas perfecto. Necesitan que seas real.

Tercero, ser honesto sobre tus miedos. Pablo dice en 2 Corintios 12:20 “En realidad, me temo que cuando vaya a verlos no los encuentre como quisiera, ni ustedes me encuentren a mí como quisieran” (NVI). ¿Alguna vez has sido lo suficientemente abierto para compartir tus miedos con alguien más? ¿Incluso si eso te vuelve vulnerable? El más grande cristiano que haya vivido admitió que tenía temores. Ese tipo de honestidad es requerida en una relación auténtica.

Las personas lastimadas a tu alrededor necesitan escuchar sobre como has luchado y como Dios te ha ayudado en el proceso —pero no necesitan una versión maquillada.

Todos tenemos sentimientos, fallas y temores. Es tiempo de que los compartamos para beneficio de otros.

Reflexiona sobre esto:

  • ¿Como te has beneficiado de que alguien más compartiera su experiencia dolorosa?
  • ¿Cuál es un dolor que crees que es demasiado grande para compartir con alguien más?
  • ¿Cómo crees que puede ayudarte el compartir sobre tu dolor con otros?
Si todavía no has confiado en Jesús y no te has comprometido a seguirlo, ¿por qué esperar más? Si estás listo para cruzar esa línea y tomar la decisión de creer en Jesucristo y seguirlo; haz esta oración.
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“Les hemos hablado con toda franqueza; les hemos abierto de par en par nuestro corazón”. 2 Corintios 6:11 (NVI)

¿Quieres ayudar a las personas que tienen dolor? Entonces necesitas estar dispuesto a compartir como atendiste tu propio dolor.

El dolor es una advertencia ligera que nos dice que algo está mal y necesita nuestra atención. Probablemente pudiste pensar en muchos ejemplos de cuando el dolor obtiene tu atención.

El Apóstol Pablo experimentó mucho dolor en su vida y libremente compartió la historia de su dolor para ayudar a otros. Cuando estás compartiendo tu propio dolor para ayudar a otros, haz estas tres cosas:

Primero, se abierto sobre tus sentimientos. No puedes enmascarar tus sentimientos y ayudar a otros al mismo tiempo. Pablo dijo a la iglesia en corinto. “Les hemos hablado con toda franqueza; les hemos abierto de par en par nuestro corazón” 2 Corintios 6:11 (NVI). Cuando estás enfermo, ¿Les dices a otros que no te sientes bien? Cuando estás caído o desanimado, ¿Te abres a las personas al respecto? Decir que estás “bien” es la respuesta fácil, pero nunca contribuirá a una relación honesta.

Segundo, se humilde sobre tus fallas. Pablo dice en Gálatas 6:5 “Cada uno es responsable ante Dios de su propia conducta” (TLA). Ya sabes que no eres perfecto, no intentes pretender que lo eres. Las personas no necesitan que seas perfecto. Necesitan que seas real.

Tercero, ser honesto sobre tus miedos. Pablo dice en 2 Corintios 12:20 “En realidad, me temo que cuando vaya a verlos no los encuentre como quisiera, ni ustedes me encuentren a mí como quisieran” (NVI). ¿Alguna vez has sido lo suficientemente abierto para compartir tus miedos con alguien más? ¿Incluso si eso te vuelve vulnerable? El más grande cristiano que haya vivido admitió que tenía temores. Ese tipo de honestidad es requerida en una relación auténtica.

Las personas lastimadas a tu alrededor necesitan escuchar sobre como has luchado y como Dios te ha ayudado en el proceso —pero no necesitan una versión maquillada.

Todos tenemos sentimientos, fallas y temores. Es tiempo de que los compartamos para beneficio de otros.

Reflexiona sobre esto:

  • ¿Como te has beneficiado de que alguien más compartiera su experiencia dolorosa?
  • ¿Cuál es un dolor que crees que es demasiado grande para compartir con alguien más?
  • ¿Cómo crees que puede ayudarte el compartir sobre tu dolor con otros?
Si todavía no has confiado en Jesús y no te has comprometido a seguirlo, ¿por qué esperar más? Si estás listo para cruzar esa línea y tomar la decisión de creer en Jesucristo y seguirlo; haz esta oración.

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