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Marte lanza una seria advertencia a la Tierra

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Una exposición en el CCCB enfatiza lo que el planeta rojo tiene de espejo del nuestro

Despega en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) un oportunísimo viaje a Marte en forma de exposición que, por efectos de la pandemia, al retrasar la realización de la muestra, ha ido a coincidir casi exactamente con la llegada al planeta rojo de Perseverance. La misión del centro barcelonés es muy distinta a la de la NASA. Se mueve en el terreno de la encrucijada entre ciencia e imaginación y tienen cabida en ella mitos, creaciones literarias y fantasías populares, canales y marcianos, filosofía y arte, además de astronomía y tecnología. Marte, el espejo rojo (desde este jueves hasta el 11 de julio), comisariada por Juan Insua, enfatiza además lo que tiene de especular el planeta hermano.

Formado casi al tiempo que la Tierra, Marte (mitad de tamaño) tuvo condiciones habitables, era cálido y húmedo, con agua abundante. Pero todo cambió hace cuatro mil millones de años: el planeta sufrió una catástrofe climática, perdió la mayor parte de su gruesa atmósfera y se convirtió en un mundo árido y frío. El 100% de su superficie es desértica, recalca la exposición; en la Tierra, el 41% (de lo que no es mar), y subiendo. Es decir que la tierra es cada vez más marciana.

Este es uno de los enfoques más interesantes de la exhibición: subrayar lo que Marte tiene de advertencia para nuestro planeta, sometido al cambio climático, a la extinción de especies y a otras amenazas. “Marte es un espejo de nuestro planeta herido”, señaló el miércoles al presentar la muestra la directora del CCCB, Judit Carrera, que agradeció con humor a la NASA el regalo de centrar estos días el interés de la humanidad en el objeto de la muestra. Advirtió que no se trata de una exposición científica ni sobre la colonización del espacio, sino “sobre el poder de la imaginación”. Dijo también que la exhibición, que conlleva un mensaje de humildad, deja abierta una puerta a la esperanza, la de que acaso es posible regenerar la vida y volver atrás los procesos destructivos (algo que también tiene que ver con la covid). En ese sentido, la exposición se pone bajo la advocación —además de la de viejos conocidos como Eratóstenes, Kepler, H. G. Wells, Ray Bradbury, Arthur C. Clarke o Carl Sagan— de Kim Stanley Robinson, el autor de ciencia ficción que imaginó la terraformación del planeta hermano en su trilogía Marte Rojo, Marte Verde y Marte Azul.

“Hemos tratado de abordar todos los relatos sobre Marte para crear una especie de historia cultural del planeta”, señaló Jordi Costa, jefe de exposiciones del CCCB, que sintetizó que la muestra nace en el mito, crece en la ciencia ficción y aterriza en una reflexión sobre nuestro futuro como especie interplanetaria. Recordó que el centro no es un museo de la ciencia y que en la muestra el conocimiento científico no es el punto central sino el cruce entre ciencia y humanidades y, como es habitual en la programación, la disolución de los límites entre realidad y ficción. Costa aprovechó para recordar que vivimos un presente muy extraño, definitivamente marciano.

Máquina marciana de 'La guerra de los mundos', en la exposición.
Máquina marciana de 'La guerra de los mundos', en la exposición.

La exhibición, muy conceptual y atravesada por una sutil poesía y un sentido del misterio que se mueven entre el asombro y el escalofrío, arranca con monstruos tenebrosos y la imagen de los dioses de la guerra de la antigüedad (representados en estatuillas) que se esencializan en el Marte romano. Transcurre luego por especulaciones científicas y filosóficas, tesoros bibliográficos y el mundo de la ciencia ficción, con el pulp y el cine (se ha pintado en las paredes grandes representaciones inquietantes de los trípodes marcianos de Wells). Y desemboca en “el Marte del antropoceno”, con la constatación de que los humanos, como dijo Insua, “somos malos gestores de planetas”, y la advertencia de que, parafraseando a Bradbury, no deberíamos llevar a otros mundos nuestros pecados… medioambientales. Una foto elocuente muestra un trocito de plástico de la misión Curiosity en la superficie marciana… Ya estamos allí.

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Una exposición en el CCCB enfatiza lo que el planeta rojo tiene de espejo del nuestro

Despega en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) un oportunísimo viaje a Marte en forma de exposición que, por efectos de la pandemia, al retrasar la realización de la muestra, ha ido a coincidir casi exactamente con la llegada al planeta rojo de Perseverance. La misión del centro barcelonés es muy distinta a la de la NASA. Se mueve en el terreno de la encrucijada entre ciencia e imaginación y tienen cabida en ella mitos, creaciones literarias y fantasías populares, canales y marcianos, filosofía y arte, además de astronomía y tecnología. Marte, el espejo rojo (desde este jueves hasta el 11 de julio), comisariada por Juan Insua, enfatiza además lo que tiene de especular el planeta hermano.

Formado casi al tiempo que la Tierra, Marte (mitad de tamaño) tuvo condiciones habitables, era cálido y húmedo, con agua abundante. Pero todo cambió hace cuatro mil millones de años: el planeta sufrió una catástrofe climática, perdió la mayor parte de su gruesa atmósfera y se convirtió en un mundo árido y frío. El 100% de su superficie es desértica, recalca la exposición; en la Tierra, el 41% (de lo que no es mar), y subiendo. Es decir que la tierra es cada vez más marciana.

Este es uno de los enfoques más interesantes de la exhibición: subrayar lo que Marte tiene de advertencia para nuestro planeta, sometido al cambio climático, a la extinción de especies y a otras amenazas. “Marte es un espejo de nuestro planeta herido”, señaló el miércoles al presentar la muestra la directora del CCCB, Judit Carrera, que agradeció con humor a la NASA el regalo de centrar estos días el interés de la humanidad en el objeto de la muestra. Advirtió que no se trata de una exposición científica ni sobre la colonización del espacio, sino “sobre el poder de la imaginación”. Dijo también que la exhibición, que conlleva un mensaje de humildad, deja abierta una puerta a la esperanza, la de que acaso es posible regenerar la vida y volver atrás los procesos destructivos (algo que también tiene que ver con la covid). En ese sentido, la exposición se pone bajo la advocación —además de la de viejos conocidos como Eratóstenes, Kepler, H. G. Wells, Ray Bradbury, Arthur C. Clarke o Carl Sagan— de Kim Stanley Robinson, el autor de ciencia ficción que imaginó la terraformación del planeta hermano en su trilogía Marte Rojo, Marte Verde y Marte Azul.

“Hemos tratado de abordar todos los relatos sobre Marte para crear una especie de historia cultural del planeta”, señaló Jordi Costa, jefe de exposiciones del CCCB, que sintetizó que la muestra nace en el mito, crece en la ciencia ficción y aterriza en una reflexión sobre nuestro futuro como especie interplanetaria. Recordó que el centro no es un museo de la ciencia y que en la muestra el conocimiento científico no es el punto central sino el cruce entre ciencia y humanidades y, como es habitual en la programación, la disolución de los límites entre realidad y ficción. Costa aprovechó para recordar que vivimos un presente muy extraño, definitivamente marciano.

Máquina marciana de 'La guerra de los mundos', en la exposición.
Máquina marciana de 'La guerra de los mundos', en la exposición.

La exhibición, muy conceptual y atravesada por una sutil poesía y un sentido del misterio que se mueven entre el asombro y el escalofrío, arranca con monstruos tenebrosos y la imagen de los dioses de la guerra de la antigüedad (representados en estatuillas) que se esencializan en el Marte romano. Transcurre luego por especulaciones científicas y filosóficas, tesoros bibliográficos y el mundo de la ciencia ficción, con el pulp y el cine (se ha pintado en las paredes grandes representaciones inquietantes de los trípodes marcianos de Wells). Y desemboca en “el Marte del antropoceno”, con la constatación de que los humanos, como dijo Insua, “somos malos gestores de planetas”, y la advertencia de que, parafraseando a Bradbury, no deberíamos llevar a otros mundos nuestros pecados… medioambientales. Una foto elocuente muestra un trocito de plástico de la misión Curiosity en la superficie marciana… Ya estamos allí.

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