DEPORTES
Barry Bonds: el monstruo que obligó a la MLB a cambiar las reglas porque nadie podía frenarlo

Barry Bonds no jugaba béisbol. Lo reescribió. Lo distorsionó. Lo rompió.
Fue tan dominante que la MLB tuvo que inventar nuevas formas de detenerlo, y aun así fracasaron una y otra vez. Entre 2001 y 2004, vivir su turno al bate era como ver un glitch en la realidad: casi el 40% de sus apariciones terminaban en base por bolas… o en un jonrón que hacía temblar estadios completos.
En 2004, Bonds llegó a embasarse en el 94% de los partidos en los que jugó.
Casi imposible.
Casi sobrenatural.
Los lanzadores entraban al montículo muertos de miedo.
Los managers buscaban excusas para no enfrentarlo.
Pero no había salida.
Ese año lo caminaron intencionalmente 120 veces.
Más que varios equipos completos combinados.
Más bases por bolas intencionales que toda la franquicia de los Marlins.
Los números se vuelven ridículos cuando se analizan:
Si conviertes todos sus jonrones en outs, su porcentaje de embasarse sería .384.
El mismo que Alex Rodríguez… sin contar ninguna explosión sobre las gradas.
Bonds no era un simple bateador.
Era una fuerza de la naturaleza.
El único jugador en la historia con 500 jonrones y 500 bases robadas.
Ganó más MVP que cualquier par de miembros del Salón de la Fama juntos.
En 2001, el 53% de las carreras que impulsó fueron las suyas propias.
Auto-suficiente.
Auto-destructivo para sus rivales.
Un arma.
Su dominio fue tan absoluto, tan grotesco, tan abrumador…
que muchos dejaron de creer lo que estaban viendo.
Sus números parecían imposibles.
Sus swings, irreales.
Su poder, inhumano.
Pero lo fue.
Todo fue real.
Tan real que el béisbol nunca volvió a ser el mismo.
Barry Bonds no solo golpeó pelotas.
Golpeó la historia.
Golpeó la lógica.
Golpeó la percepción de lo que un ser humano podía hacer.
Barry Bonds: el hombre que convirtió el miedo en respeto…
y el respeto en leyenda.