EL PAIS
Una olla de pus
La Cámara de Cuentas, sumergida en un inexplicable clima de sopor y silencio por varios años, acaba de destapar una verdadera y maloliente olla de pus al auditar las operaciones administrativas de distintas instituciones oficiales.
Más de cinco auditorías publicadas en los últimos días reflejan la gravedad de las violaciones a los debidos procedimientos de manejo de recursos públicos que implicaron la distracción de miles de millones de pesos.
Si grave fue la manipulación de los procedimientos para justificar operaciones administrativas irregulares, igual de pecaminosa ha sido la actitud contemplativa, amodorrada y francamente irresponsable de quienes mantuvieron secuestradas esas auditorías.
Las auditorías puestas a la luz pública habían sido iniciadas pero no concluidas en el tiempo oportuno y vital, lo que desdice mucho de la responsabilidad crucial que tiene ese poder contralor para velar por el correcto uso de los fondos públicos.
Se recuerda que, tras una sorpresiva incursión de los fiscales de la Procuraduría Especializada en la Persecución de la Corrupción Administrativa (PEPCA) en la sede de la Cámara de Cuentas, el ministerio público denunció que allí se “maquillaban” las auditorías,
Gravísima imputación si se toma en cuenta que la misión de esa Cámara, que desde hace pocos meses tiene nuevos miembros, es la de vigilar y hacer cumplir las reglas de la administración pulcra y transparente de los fondos del Estado.
Con los hallazgos documentados en las auditorías recién divulgadas, procede entonces que la justicia profundice las investigaciones y proceda con las medidas punitivas que caben contra los responsables de estas monumentales y escandalosas estafas.