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OPINIÓN

La victoria de Juan Bosh

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PERSPECTIVA: El país que encuentra Juan Bosch a su regreso el 21 de octubre de 1961, tras 24 años de exilio, es muy diferente al que dejó en 1938, cuando hubo de salir a Puerto Rico junto a su embaraza esposa, y su hijo León de apenas un año, huyendo a las pretensiones del dictador Rafael Trujillo de hacerlo diputado al Congreso Nacional. En ese momento lo que Bosch quería era ser escritor, no político, y menos un político al servicio de Trujillo, y sabía que no podía permanecer en el país, sin confrontar problemas, rechazando un deseo como ese del Jefe. Prefirió marcharse a un autoexilio que duró una eternidad.

El país había avanzado mucho, pero a decir verdad, ese avance no era a la medida que debió y pudo ser. La dictadura hizo avanzar el país, en la medida que lo permitían los intereses económicos del tirano. Trujillo era un tirano que no se conformaba con el uso del poder político. El, además, quería ser el dominicano más rico, y uno de los más ricos de América Latina.

La avasalladora fuerza del Estado la puso al servicio de ese interés. No solo actuaba como un jefe de Estado, sino también como un empresario, y como empresario siempre buscó perjudicar a sus competidores, y eso, en buena medida, terminó afectando el desarrollo de una clase capitalista vigorosa.

En sentido general, a pesar de los avances en todos los aspectos con relación a los gobiernos anteriores, en 1961 la República Dominicana seguía siendo un país pobre y atrasado. Más del 75 por ciento eran campesinos y vivían sumidos en una miseria espantosa. El analfabetismo rondaba el 80%. En el aspecto cultural el atraso era impresionante. La RD vivía aislada del mundo. Escuchar emisoras extranjeras era un pecado que generaba enormes dificultades con el régimen. El miedo era general.

A ese país llega Juan Bosch, y en él le toca encabezar la lucha política del Partido Revolucionario Dominicano y conducirlo al triunfo electoral en las elecciones de 1962. La tarea era titánica, pero Juan Bosch estaba dispuesto a transitar ese camino y a triunfar.

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El ambiente político que el profesor encuentra era bastante convulsionado. La Unión Cívica Nacional, presidida por el doctor Viriato Fiallo, un prestigioso médico y luchador antitrujillista, encarnaba la lucha contra los remanentes del trujillismo. El 14 Junio, presidido por el revolucionario y carismático, Manuel Aurelio Tavarez Justo, era el otro partido que agitaba el espíritu de la juventud contra los Trujillo.

Juan Bosch tenía una visión diferente. Para él, no se trataba de una lucha entre trujillistas y antitrujillistas, sino de una lucha de clases sociales. Por tanto, más que atacar a los trujillistas, se concentró en atacar la pobreza que padecían las masas dominicanas.

Pero en ese momento prevaleció la visión de la Unión Cívica y el 14 de Junio. Ni Ramfis, ni sus tíos, Negro y Petán, ni Balaguer, pudieron permanecer en el gobierno. Ramfis hubo de marcharse el 18 de noviembre, luego de la matanza de la Hacienda María, y sus tíos lo hicieron días después. En tanto, el presidente Balaguer, maniobró y maniobró, pero no pudo sostenerse. El 18 de enero de 1962 se asiló en la Nunciatura Apostólica, y 45 días después, como exiliado, salió del país.

Fue sustituido por Rafael F. Bonelly, uno de los fundadores de la Unión Cívica, pero ironía de la vida, había sido un conspicuo trujillista. Así, en la instalación de ese gobierno, llamado Consejo de Estado, nada tuvo que ver Juan Bosch. Esa fue una obra exclusiva de la UCN, el 1J4 y los gringos.

Ahora bien, el gobierno del Consejo de Estado era provisional, y por tanto debía convocarse a elecciones. El 20 de diciembre fue el día escogido para realizarlas. Y esas elecciones, contra todo pronóstico, no serían ganadas por Viriato Fiallo, que era el candidato de la Iglesia Católica, los gringos y la oligarquía dominicana, sino por el profesor Juan Bosch, un hombre que prácticamente acababa de llegar al país y que no representaba ninguno de los llamados poderes fácticos.

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En esas elecciones Juan Bosch puso en práctica una técnica de propaganda novedosa. La política era un escenario para atacar de manera personal a los líderes. El profesor, en vez de descalificar a sus adversarios, hablaba de los problemas económicos y sociales. Predicaba un porvenir mejor para los pobres, y lo hacía en un lenguaje sencillo, educativo, y a la vez profundo.

En la República Dominicana nadie se había ocupado de hablarle a los pobres. Los «hijos de Machepa», no se sentían tomados en cuenta por ningún político, hasta que llegó Juan Bosch, y empezó a hablarles de sus problemas y en sus lenguaje.

Con frecuencia repetía cosas como estas: «No hay justicia para los pobres, y tiene que haberla. Nuestra tierra es hermosa, es rica; aquí lo que falta es justicia; justicia para que el que trabaja pueda recoger el fruto de su trabajo; justicia para que se acabe con el hambre; justicia y bondad, tratar al pueblo como el padre trata a sus hijos, con cariño y ayudándolos, no maltratándolos».

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En su libro Crisis de la Democracia en América Latina explica su técnica:

«Para las masas dominicanas, la verdad no consistía en denunciar atropellos ni hablar de Trujillo todos los días. Para las masas, la verdad era decir las cosas de manera que ellas las entendieran, y era sobre todo enseñarles lo que se relacionara con ellas y con el país. El cuarto de hora de charla radial en que yo hablaba a nombre del PRD se había convertido en una escuela a la que asistía todo el pueblo, y en esa escuela el pueblo descubría aspectos de su propia vida».

Con ese discurso conquistó los corazones de los dominicanos, venció a Viriato Fiallo y se convirtió en el primer presidente elegido democráticamente después de la caída de Trujillo. Pero antes, el profesor hubo de librar una batalla campal nada menos que con la Iglesia Católica.

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Como Juan Bosch hablaba de clases sociales y de «hijos de machepa» y «tutumpotes», la cúpula de la Iglesia Católica lo tildó de comunista, y ejecutó en su contra una terrible campaña. En las iglesias los curas usaban sus prestigios para descalificar al profesor bajo los argumentos de que no se podía permitir a un comunista ser presidente del país.

Lo que debió ser una campaña política entre dos candidatos en representación de dos partidos se convirtió en una confrontación entre el profesor Bosch y la Iglesia Católica. Derrotar a Juan Bosch se convirtió en un interés de primer orden para la iglesia.

Para mí, hubo otro factor, además del ideológico, que incidió en la postura de la iglesia, y que no ha sido tratado. Los obispos no conocían a Juan Bosch. No tenían vínculos personales con él. A quien conocían era a Viriato Fiallo. Mientras el profesor estaba en el exilio, Viriato estaba aquí trabajando con los Vicini, y había cultivado prestigio y vínculos con sectores altos, y con la iglesia, que al final del régimen de Trujillo había asumido posiciones firmes contra el dictador. Viriato y su familia eran conocidos opositores a Trujillo, por lo que, en ese período, la iglesia y Viriato marcharon por un mismo camino. Para la iglesia, mientras Bosch era una incógnita, Viriato era una certeza. Lo veían como uno de ellos.

Las masas, sin embargo, no atencionaron los constantes llamados de los curas. Iban los domingos a las misas, escuchaban las diatribas contra Juan Bosch y cuando salían de los templos iban a las actividades del PRD. El mensaje de Juan Bosch había calado tan hondo que ni el poder social y espiritual de la iglesia pudo cambiar la decisión de los dominicanos de votar por Juan Bosch.

Pero lo que rebosó la copa fue un artículo publicado el 13 de diciembre, es decir, a solo una semana de las elecciones, por el padre jesuista Láutico García, titulado «Juan Bosch ¿marxista-leninista?, en el cual, más que una interrogante acusaba a Bosch de comunista.

Bosch no dejó pasar esa. Emplazó al padre y a la iglesia a retractarse. Pero como no lo hicieron, entonces retó al padre a discutir con él en un debate televisivo si era o no comunista. El padre aceptó y el debate se efectuó el 17 de diciembre a las 9.30 de la noche en el programa Actualidades del periodista Salvador Pittaluga Nivar.

El debate duró varias horas, el país entero lo vió y se efectuó con altura y respeto. No podía esperarse menos. Ambos eran grandes intelectuales. Cada quien planteó su criterio y refutó el del otro con entera libertad. Pero Juan Bosch, extraordinario expositor y polémico, se llevó la mejor parte. Forzado por los argumentos y la dialéctica de Bosch, el padre se retractó. Admitió su equivocación al acusar a Bosch de comunista.

Esa admisión selló el triunfo de Juan Bosch. Tres días después, los dominicanos acudieron a las urnas, obteniendo Juan Bosch 630 mil votos para un 60 por ciento. Aquel fue un día glorioso para el pueblo dominicano, que impuso su voluntad de darle el triunfo a un demócrata honrado. Lamentablemente aquel ensayo democrático y de justicia social sería de muy corta duración, pero esa es otra historia a contar en otro artículo.

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